Quienes me conocen saben que soy astróloga a mucha honra; y mi bien ancestral oficio, en el mundo profesional, ha generado en más de una ocasión interpretaciones antagónicas sobre mi persona. Pero más allá de los juicios, debemos reconocer que a muchos nos encantaría ser adivinos en ciertas ocasiones: cuando un cliente frunce la nariz, cuando estamos en una negociación importante y tengo una contraparte distraída o cuando he enviado un mensaje y tengo respuestas del otro lado.

Las mancias o artes adivinatorias, se han cultivado desde que el hombre existe, y mas allá de su veracidad y fundamentos, nada de científicos por supuesto, lo que buscaban es dar base a una comprensión de situaciones o previsión de futuros posibles. Algo similar a lo que buscamos hoy en día en la economía y las ciencias ligadas al comportamiento.

Pero ser adivino es otra cosa,

Tiene que ver con el presente, ser adivino es querer saber lo que en este mismo momento está pasando y no alcanzo a conocer. Y como casi todas las cosas, volverse adivino requiere de tres elementos:

El don

Es innegable que hay quienes que disponen de mayores habilidades para «leer personas», algo positivo de una mala infancia es esta habilidad. Personas con padres alcohólicos o violentos o quienes han crecido en ambientes de calle poseen inicialmente más capacidad para leer el lenguaje corporal y las intenciones detrás de los gestos.

La técnica

Como casi todo en esta vida, ser adivino se puede aprender. Un estudio metódico de grandes autores como Joe Navarro y Albert Merhabian es una de las partes, pero no es suficiente conocer el significado de los gestos. Ser adivino es un arte, y aquí comparto algunos secretos cosechados de mi experiencia:

  1. Contexto es rey: La interpretación correcta del lenguaje corporal depende en gran medida del contexto en el que se produce. Un gesto tan simple como cruzarse de brazos puede significar resistencia o simplemente frío, dependiendo de las circunstancias.
  2. Consistencia entre verbal y no verbal: La congruencia entre lo que decimos y cómo lo decimos a través de nuestro cuerpo es fundamental. La discrepancia entre estos puede ser una señal reveladora de que algo no se dice o se oculta.
  3. El poder de la observación: Desarrollar la habilidad de observar detenidamente no solo los gestos obvios sino también aquellos más sutiles puede proporcionar una comprensión más profunda de los estados emocionales y las intenciones de las personas.
  4. Sensibilidad cultural: Es crucial reconocer que el significado del lenguaje corporal puede variar significativamente entre diferentes culturas. Lo que en una cultura puede considerarse un gesto de apertura, en otra puede interpretarse como falta de respeto.

La práctica

Por supuesto que el tercer elemento requerido es practica, los podres mágicos al igual que las mutaciones se cultivan. Nadie se vuelve Loki o Jean Gray de la noche a la mañana.

En conclusión, aunque no es tarea simple ni expedita, el dominio del lenguaje corporal abre una ventana a una comunicación más rica y profunda, permitiéndonos captar lo no dicho y comprender mejor a aquellos que nos rodean. Nos vuelve adivinos.

Y es cierto, la primera dificultad es uno mismo, porque tenemos una gran interferencia obvia que son nuestras emociones, y otra no tan obvia que es lo que pensamos sobre nosotros mismos.

Pero en este viaje no estas solo, y si estas interesado en volverte adivino, siempre hay caminos. Como dice el dicho:

«El que busca siempre encuentra».


PD: Si estas en Miami en este febrero de este 2024 y estas buscando te invitamos a nuestro taller de impacto persuasivo. Y si quieres ver otras ediciones en otras ciudades, o estas buscando algo in company o individual contáctanos aquí.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *